El denominado fracaso emocional en mujeres —conceptualizado como la acumulación de experiencias afectivas adversas, tales como disoluciones conyugales, rupturas de pareja reiteradas o procesos de abandono— se reconoce en la literatura científica como un factor crítico en la vulnerabilidad psicológica. Diversos estudios en psicología clínica y psiquiatría han demostrado que la ruptura de vínculos significativos puede provocar disrupciones en el funcionamiento emocional, cognitivo y conductual, las cuales tienden a prolongarse en ausencia de intervenciones terapéuticas oportunas.
De acuerdo con lineamientos de la Asociación Americana de Psiquiatría, los efectos derivados de la disolución de relaciones familiares suelen asociarse con fenómenos como estrés postruptura, ansiedad, distorsiones cognitivas, pérdida de autoeficacia y alteraciones en los sistemas de apego. Estos efectos no se resuelven de forma espontánea: requieren procesos deliberados de reestructuración emocional, que incluyen la alfabetización emocional, la elaboración del duelo, la resignificación de la experiencia y el desarrollo de competencias para el afrontamiento adaptativo.
La evidencia en psicología sistémica sugiere que cuando estas experiencias no se abordan mediante apoyo profesional o prácticas de autocuidado estructurado, pueden consolidarse patrones disfuncionales que no solo comprometen el bienestar individual, sino que también se transmiten intergeneracionalmente. Este fenómeno, conocido como transmisión intergeneracional del trauma, implica que los hijos pueden internalizar modelos relacionales basados en inseguridad, evitación o desregulación emocional, incluso si no han experimentado directamente los eventos traumáticos.
Asimismo, algunas investigaciones en sociología y psicología del ciclo vital señalan que la decisión de no tener descendencia, cuando se origina en experiencias afectivas adversas, puede estar asociada con conflictos identitarios, percepción de incapacidad relacional y dificultades para construir vínculos significativos. Tales factores pueden incidir en el autoconcepto, el sentido de agencia y la satisfacción vital de la mujer.
En este contexto, la intervención psicoeducativa y el acompañamiento profesional resultan fundamentales. La literatura en resiliencia y salud mental subraya que la adquisición de habilidades de regulación emocional, la comprensión de las propias narrativas afectivas y la reestructuración de patrones relacionales contribuyen de manera significativa al bienestar subjetivo y a la prevención de efectos transgeneracionales.
Mi nombre es Teresa Ruiz Pedersen, de International Family Coaching. Desde un enfoque integrativo, nuestra labor se orienta al fortalecimiento de las capacidades socioemocionales de mujeres que buscan construir relaciones familiares funcionales y promover dinámicas saludables dentro de sus sistemas familiares. En caso de que estés atravesando dificultades emocionales y desees acceder a herramientas teóricas y prácticas para mejorar tu regulación emocional y su impacto en tu entorno, te invitamos a ponerte en contacto
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